Ella, él -Capítulo 2-

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Sentado en el parqué de la habitación contempló con ojos vidriosos la escopeta que descansaba sobre el suelo del pasillo. LLelvaba así varias horas, pero él parecía no notarlo. Una lágrima resbaló por su mejilla, cayendo al suelo. Su respiración era suave, pero por dentro se acumularon los sentimientos que le obligaban a perder la compostura. De pronto apartó la vista, se secó las mejillas con la manga del jersey se levantó. Abrió el armario de un tirón, de donde sacó una mochila enorme. Allí metió toda su ropa y algo de dinero. Tras esto, fijó la vista en la habitación. No regresaría.



Bajó las escaleras rapidamente, cargando con la bolsa. Una vez en la planta de abajo, suspiró ruidosamente y se encaminó al exterior con paso ligero. Tarde o temprano descubrirían el cuerpo de Lissa y no había forma de retroceder en el tiempo. Así, con el corazón desbocado, caminó arrastrando los pies, sorteando los charcos, hacia un lugar en el que no le encontrasen.




Sonriente, acarició su tripa. Allí dentro había una personita que en varios meses lloraría a cada momento que pasase.


Lissa se acercó a una silla de la cocina y se sentó en ella, ignorando el echo de que ya no le hacía falta. Tamppoco tenía hambre, así que deció salir a dar una vuelta antes de que su marido volviera. Salió de la casa, y no se dio cuenta de que ya no necesitaba abrigarse. De que ya no sentía frío. Caminó hasta llegar a la carretera. Una vez allí se dirigió hacia el mercado. Allí, descubrió que la gente no se fijaba en ella. Pero lo pasó por alto. Varios minutos más tarde se alejó del tumulto del sábado por la mañana y paseó por el gran parque que pertenecía al pueblo. En él, los niños jubaban tranquilos, sin darse cuenta de nada. Tan solo un perro le gruñó al pasar, pero le pareció algo normal. Volvió a casa tras una larga caminata, pero ella seguía bien, no estaba cansada. Fue el contacto de la colcha de la cama lo que le hizo recordar. Un fugaz recuerdo en el que ellos dos se besaban apasionadamente. Volvió a la normalidad varios segundos después. Se asustó al ver encima del armario un arma. Se incorporó y lo intentó alcanzar. Cuando su mano rozó el borde del fusil otra ola de recuerdos se abalanzó sobre ella. El recuerdo de la bala atravesando su cuerpo la enfurenció. Frunció el ceño y se dijo que jamás se lo perdonaría. Jamás

3 comentarios:

Ikana dijo...

Eso asusta. ¿A regresado -mas o menos- de la muerte? A por él, joven, no te contengas!!

Besos a mi dama

Ella dijo...

Exacto, Ikana, mas o menos..

Alien de Andromeda dijo...

No me gusta la violencia de género, me pone la piel de gallina :S

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