Nadie respondió. <
Se coló en una alcantarilla, tan rápido como una bala, sin que nadie se diese cuenta. Atravesó los túneles de las cloacas -un conducto muy utilizado por los vampiros que se entretenían en la cacería- hasta llegar a una bifurcación. Meditó varios segundos, hasta que recordó el camino correcto, y tiró hacia el lado derecho. Sus pies estaban empapados, y su ropa algo sucia. Cuando llegó al final varias ratas escaparon del sonido de sus pasos, al tiempo que Sam finalizaba el recorrido introduciendose en una pequeña rendija en el lado izquierdo. Poco a poco aquello fue aumentando de tamaño, hasta ser del tamaño de un armario. Dió con una puerta de hierro forjado, que se abrió sola al contacto con su piel. Apareció en el hall del edificio, donde vivían todos los vecinos. No era exactamente un edificio, puesto que estaban bajo suelo, solo los vampiros. Llegó a su habitación, y se encontró a Larry con cara de preocupación. Sonrió.
- ¿Acaso me echabas de menos? -le preguntó.
No le devolvió la sonrisa, sino que se tumbó en la cama y cerró los ojos. Podían estar sin dormir, más o menos, una semana, pero la mayor parte de las noches dormían, puesto que su tiempo era tan largo que llegaba a aburrirles.
- Larry, sabes que me he entretenido...-odiaba mentirle, pero era para no meterle en más problemas- alguna vez debía pasar.
Pero su respuesta no fue la que deseaba escuchar:
- Mira, Sam, sabes que no me voy a inmiscuir en tus asuntos... -abrió los ojos y le miró fijamente- pero no soy tonto. Sé que andas metido en problemas.
Suspiró, y tras una breve pausa, en la cual Sam no dejó de mirarle, continuó hablando, esta vez más pausado.
- Puedes contármelo, no me quedan muchas horas de vida. Quizás me quede días, así que espero que quieras confiar en mí.
Recordó las palabras que le había dicho a aquella desconocida y pensó en que ni siquiera sabía su nombre. Lo averiguaría la noche siguiente. Procuraría descansar, y tranquilizar a Larry.
- No pasa nada, Larry. ¿No puedo retrasarme ni un solo día?
Negó con la cabeza. Aquello también le recordó a "la chica sin nombre"
- No te he visto por la zona de caza. Y siempre nos cruzamos.
Suspiró, intentando darle un poco de dramatismo al asunto, pero al parecer no lo consiguió, asi que decidió dejarlo por ese día.
- Esperaba que confiaras en mí.
- Y lo hago.-terminó la conversación con unas secas palabras. Abrió el primer cajón de la mesilla y sacó un folio y un lapicero nuevo. Tras esto, se tumbó en la cama y la dibujó exactamente igual, detalles incluidos. <
Se apoyó sobre uno de los codos e inspeccionó aquel extraño lugar, donde aquel vampiro de ojos violáceos la había dejado. Recordó aquellas últimas palabras y suspiro. Varios segundos después se golpeó con la palma de la mano y pronunció en alto:
- Pero que idiota eres, Selma. Ahora es un vampiro, tu mayor enemigo-comenzaba a delirar, hablando sola. Pero no había nadie allí para advertirle- ¿Qué será después? ¿Un hombre lobo?
Puso los ojos en blanco y decidió descansar. Quería volver a casa, pero algo se lo impedía. Algo extraño. Mágico podría decirse.
<<¿Soportarás un día sin mi protección?>> aquellas palabras aparecieron en su mente, pero no eran suyas. Eran la voz de aquel vampiro. <
No supo cómo lo había hecho, pero de pronto notó que sus palabras llegaron a la mente de aquella chica. Se asustó al ver el revoltijo de imágenes y pensamientos, como una gran pantalla de plasma. No hurgó más en aquel espacio, sino que "huyó" de todo lo relacionado con su mente.