Las sombras de la oscuridad- Capítulo 7-

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Mientras su cabeza daba vueltas al respecto, vió en sus ojos aquel movimiento, y antes de que ella le clavara sus largas uñas en la carne, él la paró con sus fuertes manos. En su mente, todo se agitaba, pero por fuera expresaba aquella dureza típica de los vampiros como él. Ella no se dejó engañar y reculó un paso para después, en apenas unos segundos, abalanzarse sobre él, como un perro rabioso. Seguía pensando el por qué de aquella reacción, pues sus ojos dejaban ver la furia que guardaba bajo aquella coraza de chica buena, pero seductora a pesar de todo. Sus manos le asiaron como si de un preciado tesoro se tratase, pero Sam fue más rápido e impidió que sus colmillos desgarrasen su piel y carne. Con toda su furia, y evitando los recuerdos que se agalopaban en su mente, como pequeños aguijones, retrocedió y se acercó al escritorio. Allí, se apeó sobre la mesa y cogió la silla, lanzándola por los aires. Ella no tuvo tiempo de reaccionar, cuando la silla se estampó en su cara, haciendo que la rabia que intentaba contener aumentara. Se dio impulso con el borde de la cama y se lanzó hacia Sam, quien no pudo esquivarla, y tan pronto como la vio por los aires, ya estaba encima de él, preparada para atacar de nuevo si se removía.
- Maldita sea, Steph...-pronunció aquellas palabras entre dientes, a pesar de que no le inflingía dolor alguno.- ¿Cuánto tiempo ha tardado Sag en convencerte?
Ella por su parte, le dió un bofetón tan fuerte, que resonó en las paredes.
- Así que crees que es Sag quien me ha convencido...-siseó, sintiendo como él se removía bajo su peso.
- Piénsalo, Steph-la miró fijamente, pero ella rechazó aquella mirada.
- ¡Cállate maldito cabrón! -no tuvo problema en decirlo, incluso, le llegó a gustar.
Pasmado por sus palabras, intentó zafarse, pero le tenía totalmente retenido. Hizo un último esfuerzo, y con todas las fuerzas que le fue posible, lanzó a la chica por los aires. Gritó de dolor cuando un pedazo de carne se desprendió de su cuerpo. Algo parecido le pasó a ella, que había caído justo en el borde de la cama. Esta se había clavado en su espalda. Pero ella, ajena al dolor, seguía gritando improperios, como poseída. <> se dijo, asustado por su comportamiento. Ella solía ser tranquila, pacífica, pero la Steph que estaba frente a él parecía ser otra persona. Sus plateados ojos, mostraban ahora una furia innata en ella, quien jamás se había enfadado ni por asomo con él. Entonces su mente le recordó algo que era de gran importancia. Si él moría, Helena estaría desprotegida. Y no podía permitirlo.


Al otro extremo de la ciudad, Selma -o Helena- se dispuso a atravesar la puerta de la entrada, pues era de día, y necesitaba salir de aquel antro. Cuando tras varios intentos, consiguió traspasarla, respiró hondo. Allí fuera todo era de un color amarillento, por las hojas de los árboles, que le daban al paisaje un aspecto realmente bonito. El sol, en lo alto en esos momentos, le produjo un instantaneo calorcito, a pesar de ser otoño. No dudó un instante en continuar a lo largo del estrecho camino que varios días antes había recorrido frente a la mirada constante de aquel chico, que más tarde había irrumpido en la habitación hormigonada, helándola por completo, extrañamente. Pensó en los documentos, si no sería mejor entregárselos a los vampiros. Si lo hacía, regresaría a la vida normal, pero corría el riesgo de ser víctima de sus colmillos, pues con el pequeño amuleto serían más que poderosos. Por eso estaba la duda en su mente, porque en su interior no deseaba por nada del mundo entrégarselo.

Sam no pudo contener una pequeña sonrisa, a pesar de que la situación no era graciosa en absoluto.


Steph le perseguía de un lado a otro, llevada más que nada por la rabia que tantos años había guardado en su interior, tras la marcha de Sam muchos siglos atrás. Sus colmillos buscaban su cuello y su piel, tan blanca como la luna llena. Ardía en deseos de agarrarle, de saborear sus besos, pero tan solo podía limitarse a acabar con él. Tarde o temprano debía cumplir con las órdenes de Sag si quería mantener su vida de inmorta y hacerse con "El Amuleto de la Luz" como ella misma había apodado al pequeño aparatajo, que les protegía de la luz solar. A contancto con su fría y pálida tez, se comportaba como una película transparente que evitaba el contacto de su piel con los rayos de sol que tanto daño les inflingían. Con este objeto se harían con el mundo entero si era preciso, aunque su ambición no era tanta. Suspiró al recordar que primero tenía que matar a Sam para hacerse cargo de la chica, descubrir su escondite y el escondite de los documentos. Una vez conseguidos estos propósitos, entonces finalizaría su trabajo. Avanzó varios pasos hasta colocarse en la posición adecuada para saltar sobre el vampiro. Sonrió cuando de nuevo se hizo con su cuerpo, colocándose con brusquedad sobre él, acercando sus labios a su boca. Con sus largas uñas escarlata, del mismo color que su carmín, acarició su rostro con delicadeza, mientras le miraba fijamente, descubriendo así en su mirada aquel deseo que tantas veces había visto durante mucho tiempo. Jamás dudo de sus posibilidades para conquistar, pero en aquellos momentos, sintió como el poder que ejercía sobre él era cada vez mayor. Inspiro con fuerza y le susurró, aún sobre él, que a penas se movía.
- No puedo dejarte vivo...-cerró los ojos, pronunciando estas palabras con la máxima sensualidad que le fue posible- pero quizá pueda darte algo que ansíes, ¿no es así, querido Sam?
Él no respondió, pero notó como su mirada se tornaba brillante, ante sus palabras. Y de pronto, como la otra vez, algo le impulsó a alejarse de ese sentimiento, empujándola contra una pared atestada de dibujos, de la que se desprendieron algunos, cayendo sobre el frío suelo en el que el vampiro estaba aún tumbado. La ira aumentó cuando abrió los ojos y comprobó que no había cedido a sus encantos. Él se levantó de golpe, ignorándola, y desapareció por la puerta, tranquilo, frente a su mirada de asombro. No dudó ni un solo instante en dsaparecer tras él, pero al llegar al hall del edificio subterráneo, perdió la pista. Cerró los puños y golpeó la pared más cercanas, situada muy cerca de ella. Con este golpe, algo metálico sonó al otro lado. Una satisfactoria sonrisa apareció como por arte de magia en su cara.

4 comentarios:

Ikana dijo...

Dios, que peligrosas que son las ex xD ¿No debería Selma quemar los dichosos documentos?Sin un punto de referencia, los vampiros no harán dar más que palos de ciego -.-

Besos gélidos!

Trinity dijo...

La gatita saca las uñas jajajaja xD Seguramente la maten antes que darle ese Amuleto de Luz -.- Está demostrado científicamente xD

Alien de Andromeda dijo...

La leche!Menuda ex. he disfrutado con esa pelea. ¡Que valor, Sam! :D

Un abrazo momificado

Ella dijo...

Desde mi punto de vista, Ikana, en caso de quemarlos lo que haría sería contribuir a que los vampiros de alguna forma -al enterarse- se rebelaran contra los humanos en una lucha sin fin. Que de ahí, muchos de los humanos sobrevivan, estoy completamente segura de que se las sabrían apañar, pero entonces esta historia carecería de sentido xD

Si, Trinity, y nunca mejor dicho...^^

Me alegra saberlo, Alien^^

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