Las sombras de la oscuridad -Capítulo 5-

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El crepúsculo descendió sobre la gran ciudad, inundándolo todo de un brillante color rojizo. Sam esperaba ansioso que el cielo se oscureciera por completo para volver con aquella desconocida. Cuando, al fin, pudo salir de allí, su estómago comenzó a rugir con fiereza, pero intentó no pensar en sangre y continuar así hasta volver con la chica. Cuando llegó, ella estaba acurrucada en una esquina del cubículo, y el vaho que salí de su boca con cada respiración daba a entender que el ambiente estaba helado.

Se acercó poco a poco, hasta quedar frente a ella, quien con un tono quedo susurró: - ¿Has...has vuelto? -sus labios estaban tan amoratados que algo le oprimió el pecho.
- Tengo que traerte algo que te dé calor...tal vez una manta gruesa...Volveré enseguida.
Y ante su mirada atónita y -sin duda- congelada, desapareció sin dejar rastro, como una sombra en la oscuridad.
Temblaba como una hoja, a punto de caer de su árbol, y el frío la dejó paralizada, esperando que aquel ser de ojos violáceos regresara. Se adiaba a sí misma por pensar aquello, pero era su única opción. Posiblemente estaba ganándose su confianza para poder matarla después... Retiró aquellos pensamientos de su mente, y se obligó a pensar en otras cosas. Estaba inspeccionando más a fondo el pequeño espacio en el que se hallaba -era húmedo, frío y todo de hormigón. Posiblemente un escondrijo durante la guerra civil, ya que estaba bajo suelo- evitando así pensar en lo congelada que estaba, cuando una extraña sensación le recorrió la espalda, como si unos ojos se clavaran en ella. Se dio la vuelta de de golpe -evitando gritar al sentir las punzadas de dolor que produjeron sus músculos ateridos- pero en aquella desolada habitación no había nadie. Sin embargo, tras aquella fugaz mirada, algo crujió en el exterior. Pero el sonido se extinguió al instante, por lo que se hizo a la idea de que lo hubiese producido un animal. Varios minutos después, él estaba de nuevo allí. No dijo nada, sino que colocó unas tres mantas sobre ella y se sentó a su lado.
- Aún no se tu nombre...-susurró mirando al suelo.
En un susurro apenas audible pronunció un nombre. Tenía miedo de que lo utilizara para algo con fines viles, así que mintió con agudeza, sin que apenas se notara:
- Helena...
Él sonrió, ajeno al embuste.
- Bonito nombre.
Selma asintió con la cabeza, omitiendo una pérfida sonrisa. No era dificil engañarle. Fingió no oir su voz cuando dijo, con tono suave su nombre:
- Helena...
Se hizo la dormida, evitando así que continuara interrogándola, puesto que si se dejaba llevar, lo más probable era que le sonsacara el lugar en el que supuestamente se "escondían" los documentos.
- Pues mi nombre es Sam y... -musitó en un tono tan bajo que apenas llegó a sus oídos. Al darse cuenta de que ella ya dormía, dejo la frase sin terminar.-espero que descanses, Helena...
Despertó, sobresaltada, al notar como de nuevo se apoderaba de ella esa extraña sensación; como si alguien la espiase. Seguía siendo de noche, posiblemente hubiera pasado todo el día durmiendo. Pero Sam no había regresado aún. Ya se encontraba en perfecto estado, había recuperado el rubor de sus mejillas y sus manos estaban calientes. Así, decidió investigar por los alrededores. Aquella estancia estaba situada sobre una colina, rodeada de árboles y arbustos que dejaban caer sus hojas por la estación. Por ello, estas descendían sin cesar hasta posarse en el suelo, produciendo así un gran manto amarillento. Caminó despacio, evitando hacer ruido. La noche se cernía sobre el horizonte como un gran manto oscuro, que tenebroso, hacía que las sombras se alargaran y el silencio que lo inundaba todo fuera aterrador. A pesar del miedo que la inundaba, continuó caminando a través del sendero que se extendía hacia más allá del filo del horizonte, aunque no pretendía ir muy lejos. Y de nuevo, el vello de su nuca se erizó. Alguien la seguía. Silenciosamente, descendió un trecho, hasta quedar a un lado del camino. Miro de reojo hacia atrás, pero como simpre, no había nadie. Le costaba respirar, y los latidos de su corazón le retumbaban en los oídos. El miedo la dejó paralizada unos instantes, pero al poco rato, sus piernas se desplazaron en dirección a la casa. Una brisa gélida se coló por entre su camiseta, poniéndole así la piel de gallina. Seguía notando que la espiaban, pero actuaba como si no ocurriese nada. Entró en la habitación hormigonada y se sentó en la esquina más alejada de la puerta, esperando que lo que la seguía entrara a torturarla en cualquier momento. Se nubló su vista, pero no perdía de vista la puerta de madera. Sentía un miedo tan grande que pensó que en cualquier momento se desmayaría, pero no fue así. Las mantas le cubrían las piernas, como si aquello fuera a impedir que fuese atacada si así debía ser. Notó de nuevo esa sensación. esta vez quiso hacer frente a la situación, pero una bola en el estómago le impedía levantarse si quiera. No dudó un instante en gritar cuando un chico entró sigiloso. Su mirada proclamaba su fuerza a los cuatro vientos, y sus fuertes músculos no lo negaban. La gélida sensación que había setido antes se instauró la habitación, haciendo que las paredes se cubriesen de minúsculos trocitos de hielo. Alzó las comisuras de los labios para formar una gran sonrisa, con relucientes dientes. En sus ojos se apreciaba un atractivo malévolo, seductor; que a diferencia de los de Sam, tenían un punto frío que no le gustaba nada. El grito se extinguió, sin llegar a ser más que un pequeño susurro. Fue incapaz de pronunciar palabra, y al parecer, al chico que tenía frente, eso le encantó.
Se rió en silencio, mientras ella le miraba, aterrada por completo. Olía su sangre frensca y palpitante en sus venas, y la boca se le hizo agua. Pero recordó que Sag le había advertido. No querían volver a perder de nuevo los documentos por sus estupideces. En realidad no debería estar allí. Pero no estaba demás conocerla. Agudizó el oído, sin desmontar su armadura seductora. De nuevo él, que volvía de cazar. Estaba harto de sus interrupciones. Sus ojos se ennegrecieron, y aquel cubículo volvió a su estado normal cuando Sam apareció por la puerta, con fuerzas renovadas. Pero lo que vio le dejó estupefacto.

7 comentarios:

Ikana dijo...

aydiosaydiosaydiosaydiosaydiosaydios!Qué mal y que escalofríante :S Espero que no le haya pasado nada a Selma O.O

Besos gélidos!

P.D.:Who watches the watchmen?

Wilhemina dijo...

O.O ¿Te gusta el suspense, eh? Madre mía, me tienes comiendome las uñas. Espero que no haya sucedido nada serio.... o grave :S

Trinity dijo...

El suspense me está matando. Esto se pone cada vez mejor :D

Nimphadora dijo...

Ojos morados qué bonitos... Yo tampoco me fiaría mucho del vampiro Sam, pero parece una buena persona

Alien de Andromeda dijo...

aquellos ojos violetas de mirada serena...

Más de uno ansia aquellos documentos, tanto, que parece que estén dispuestos a montar la 3º guerra mundial -.-

Un abrazo momificado!

Klaus dijo...

Odio tener poco tiempo para leer tus historias,por lo que habrás de disculparme si me ausento.

Tengo la corazonada de que Sam se peleará con más de uno al final.

Ella dijo...

No te preocupes, klaus, yo tampoco es que tenga mucho tiempo para escribirlas...:S

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