El hijo del diablo- Capítulo 11-

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Varios días después, Alice recuperaba la consciencia poco a poco, ya estaba mucho mejor cuando Dan decidió terminar con aquello de una vez. Su padre se había largado dejándole en la estacada. Después de lo que había hecho por él, podría haber tenido un poco más de consideración ayudándole con Alice. Debía sacarla de allí antes de que fuesen a por ellos. Pensó la forma de salir de allí. Ahora que podía vivir sin estar enganchada a tantos aparatos podrían escapar.
Se sentó junto a ella, quien, ya despierta le miraba sonriente desde la cama. Le besó en los labios, con delicadeza, intentando no hacerse daño.
- Alice...-comenzó con un suspiro largo- debemos salir de aquí.
Ella le miró interrogante, descubriendo así en sus ojos, un chispa de temor.
- Elizabeth se ha enfadado, vendrán a por nosotros.
Bajó la vista hacia el suelo del cuarto, intentando que la mirada escrutadora de Alice no adivinara sus pensamientos. Pero Alice no era tonta, y en el mismo instante en el que Dan agachó la cabeza supo que era lo que realmente le atemorizaba. Aproximó su mano a él, intentando calmarle.
- Sé lo que estás pensando- le besó de nuevo, esta vez con algo más de fuerza, para que notase que seguía allí, que nunca se separaría de él- y es lo mejor para tí. No quiero que te arriesgue por mí, ¿entiendes?
Dan asintió. Sabía que Alice lo hacía para tranqulizarle, pero él mismo había comprobado que si se separaban más de lo normal ambos sufrían y no estaba dispuesto a dejarla sola.
- Demos un paseo- indicó la ventana con su escuálida mano- hace un día maravilloso. Nos ayudará a relajarnos.
De nuevo, Dan asintió.
Cogió la silla de ruedas que estaba junto a la puerta y se la acercó a la cama. Ella bajó con cuidado y se sentó sobre ella. El camisón le caía sobre los hombros, flácido, y sus piernas esqueléticas asomaban bajo él, de forma que parecía aún más menuda de lo que era. Se miraron tiernamente, mientras Dan conducía la silla hacia la salida. Llegaron hasta un pequeño recodo de césped donde ambos se sentaron, tomando algo el sol.
De pronto, Alice vio como Dan torcía el gesto al mirar al frente. De pronto se puso pálido y se dio la vuelta, asustado, mientras ayudaba a Alice a realizar el mismo gesto. Torpemente subió a la silla de ruedas que segundos después rodó por el camino de gravilla que llevaba a las puertas del hospital.
- Mierda, mierda, mierda...- bisiseaba continuamente mientras conducía la silla hasta el ascensor. Pronto se dio cuenta de su error y volvió la mirada atrás. Movió la silla hacia atrás y volvió sobre sus pasos. Estaba más asustado que nunca. Alice se agarraba todo lo fuerte que podía a los reposabrazos de plástico, que era poco visto su debilidad. Caminó a lo largo del pasillo, mientras médicos y enfermeras paseaban a los enfermos. Sin embargo, un hombre vestido con chaqueta negra apareció al fondo del pasillo. Dan vio su escapatoria en una pequeña habitación que tenía justo a su derecha. Entró tranquilamente, pero nada más cerrarse las puertas tras él, cogió a Alice ´del brazo y dejó la silla a un lado. Se escondieron detrás de un estante plomizo. Las puertas se abrieron de golpe, el mismo hombre de antes entró con paso firme y escrutó la habitación en busca de los dos chicos, pero al no encontrar nada continuó buscando detrás de los estantes. Caminó hacieno resonar sus pasos. Alice se tapaba la nariz intentando no respirar, mientras que Dan buscaba una salida, con el corazón pendiendo de un hilo. Le hizo una seña a Alice para que le siguiera y gateó hasta otro estante más alejado. Ella le siguió lo más rápido que pudo. Cuando llegaron al lugar señalado volvieron la cabeza, pero aquel hombre se había ido. No obtante ninguno hizo ningún ruido, por si era una trampa. Llegaron al final de la habitación, donde había otra puerta que unía aquella habitación con otra. Las puertas chirriaron al abrirse, pero nadie se abalanzó sobre ellos, para alivio de los dos chicos. Se levantaron rápido, asustando a la enfermera que estaba tras su escritorio, quien gritó atemorizada. Dan le pidió silencio. Alice le seguía agarrada a su mano y también le pidió que cerrara la boca. Siguieron caminando a través de las salas que se comunicaban. Al salir de una de las habitaciones, descubrieron que habían cruzado medio edficio más o menos. Eso les daría ventaja ante aquellos hombres. Era extraño que no les hubieran dicho nada, que no les hubieran echado del hospital. Alice esperaba que se rindieran pronto y les dejaran en paz. Pero no era tan fácil.
Al doblar la esquina del pasillo se encontraron de nuevo con uno de aquellos matones. Dan se sorprendió al ver su tamaño, tanto a lo ancho como a lo alto. eran inmenso. A pesar de estar aterrorizado, escoltó a Alice tras de sí, mientras aquel gigante se encaminaba hacia ellos. Reculó co cuidado, escondiéndose al otro lado del pasillo. Contó tres con los dedos; cuando sacó el tercero corrieron pasillo a través, como alma que lleva el diablo. Dan tiraba de Alice, que poco a poco perdía las fuerzas. Al final del pasillo había una silla, Dan se la indicó mientras seguían corriendo. Se sentó en ella y se dejó llevar, mientras aguantaba un grito. Su corazón latía muy rápido, tanto que pensó que se le salía del pecho. Su esómago era un nudo de gomitas elásticas que cada vez aumentaba de tamaño hasta hacerse enorme. Dan jadeaba, mientras esquivaba a todas las enfermeras que pasaban por allí. De vez en cuando miraba la distancia entre aquel hombre y él; cada vez era más corta. Entró en un ascensor a punto de cerrarse, entró lo más rápido que pudo y pulsó la planta en la que estaba la habitación de Alice. Corrió hasta llegar a ella, mientras la gente le gritaba. Entró en el pequeño cuarto y asió el abrigo que había dejado en la silla y volvió a salir apresuradamente. Pensó el lugar perfecto para esconder a Alice, sin embargo, su mente estaba paralizada por el miedo. Bajó el ritmo, hasta caminar tranquilamente. Así, al menos intentaría pasar desapercibido.
Salieron de nuevo al exterior, seguidos por otros dos hombres como los anteriores.
- Pero... ¿cuántos de estos hay?- asustada, miró hacia todos los lados, preguntándose cuál sería el número exacto de aquellos matones. Un segundo después oyó un disparo que provenía de detrás suyo. Giró la cabeza y descubrió a uno de los hombres tendido sobre el suelo de asfalto. Mientras se alejaban del hospital, se oyeron varios disparos más. Dan dejó de correr mientras ayudaba a bajarse a Alice de la silla. Se escondieron detrás de un coche, mientras disparaba a aquellos hombres. De repente, Dan se dio cuenta de que alguien más disparaba contra aquellos matones. Descubrió una sombra a su derecha, dos coches más allá, que apuntaba hacia el último de los hombres de Elizabeth con una sonrisa de satisfacción. Era su padre. Estaba seguro de que volvería. Acabaron con el último los dos juntos, cada uno por un lado. Cuando la matanza terminó, las sirenas de la policía se acercaron. Salieron de allí juntos, esperarían a que le dieran el alta a Alice para largarse del país. Los tres juntos, escapando de las garras de Elizabeth. No querían ni imaginar la cara que pondría cuando supiese de sus movimientos. Pero habría que esperar.

5 comentarios:

Ella dijo...

Aquí lo teneis..
Mil gracias por vuestra paciencia^^

Ikana dijo...

Bieeen!Me alegro de que ninguno de ellos aya salido herido. Menos mal que James volvió para ayudar ^^

Alien de Andromeda dijo...

Ha!Sabía que James volvería y no abandonaría a su hijo xD
Espero que consigan escapar de esa bruja piruja.

Trinity dijo...

Bien por ellos!Que le zurzan a Elisabeth!

Ikana dijo...

Hallo!

Quiero invitarte al blog "Mis memorias en Atlantis". Envíame un email si aceptas la invitacion. ^^

Besos gélidos

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