- Selma, cariño, ¿estás bien?
Selma asintió, sin mediar palabra y continuó subiendo las escaleras, hasta el piso superior.
Se desnudó y se metió en la ducha, donde el agua fría la sacudió, dejándola exhausta. Necesitaba algo que la despejara, que no fuera el café. Odiaba el café.
Se acostó temprano, algo extraño viniendo de ella.
- A ti te pasa algo, Selma.-su madre insistía, y por más que le decía que no, ella no mitigaba sus esfuerzos. Y su instinto no fallaba, pero no debía enterarse. O correría mayor peligro que al que ya estaba expuesta. Apagó la luz tras sacar a su madre de su habitación y se recostó sobre la almohada, dispuesta a dormir. Y sí, cerró los ojos. Pero su descanso se vio de nuevo interrumpido por el crujir de las hojas del jardín, que como la noche anterior la inquietaron con creces.
Cerró los ojos y esperó que no se hubiese enterado. Corrió a esconderse entre dos árboles que le taparían de su vista, y en apenas un segundo ya estaba allí, lejos de su mirada. <<¿Cómo puedo ser ten imbécil y torpe?>> se maldijo Sam, harto de fastidiarla siempre en el último momento. <
Se separó de la ventana un milímetro, lo suficiente para ver un breve movimiento entre los árboles del jardín. No pudo contener un débil grito de angustia, que apenas se oyó. <
- ¿Qué quieres de mí? -susurró respirando agitadamente -Mátame si es lo que deseas.
La miró fijamente, con aquellos ojos violáceos, tan extraños en la raza humana, pero tan comunes en la raza de los vampiros. Contuvo la respiración.
- No quiero nada más que esos documentos que posees. Te dejaré vivir si me los entregas. -a pesar de que era sincero, Selma no se creyó ni una sola de sus palabras.
- No me dejarás vivir -respondió resollando.
Acobardada, fue incapaz de adelantar un paso para que se diera cuenta que no era tan débil como parecía. Pero como se temía, ni sus piernas actúaban ya por medio de su cabeza.
- Lo haré. Seré compasivo por una vez en mi longeva vida- se extrañó de sus palabras. Sonaban como esos libros antiguos, típicos de grandes bibliotecas donde hay un espacio para "lectura antigua". Aún así, seguía sin fiarse.
Negó con la cabeza, dando a entender que pensaba lo contrario.
- Además -comenzó a recuperar la voz poco a poco- no están de mi mano. Ya no.
Él se rió en silencio y pronunció aquellas palabras:
- Eres realmente preciosa, ¿lo sabías?
Selma hizo una mueca de asco, que dejó bien claro que no pensaba responder.
- No entiendo por qué, si tan atemorizada estás, me has dejado entrar.
- Mátame ya si es lo que deseas. No te lo voy a impedir. -Aquellas palabras eran estúpidas, puesto que era considerablemente inferior a aquel ser.
La sonrisa no desaparecía de su rostro, como si le hiciera mucha gracia sus comentarios.
- No te mataré. Quiero los documentos.
Tragó saliva ruidosamente, y su pulso comenzó a acelerarse cuando se acercó a ella, paso a paso.
- No te tengo miedo -mintió.
Él ni siquiera sonrió, pero sus brillantes ojos le delataron. Sus pasos crujían, sobre el suelo de parqué. A cada paso que aquel ser daba, Selma se acercaba más a la puerta. Miles de pensamientos cruzaron su mente a una velocidad vertiginosa. Revoloteaban en su interior, como mariposas. Y para su sorpresa lo único que consiguió pronunciar antes de caer al suelo fue:
- Moriré contemplando tus ojos.- aquellas estúpidas palabras que marcarían para el resto de sus vidas.
La cogió entre sus brazos, cuidadosamente, y saltó de tejado a tejado como una sombra. La rapidez era su fuerte, y no ser visto con aquella humana era su prioridad. Sag no debía saber de aquello. Además, los documentos no estaban en ningún sitio. Fue incapaz de dar con ellos.
Cuando ya había encontrado el lugar ideal para esconder a la chica, esta despertó, extenuada.
- Tu... tu no me...-no pudo mediar palabra, le era imposible.
- Duerme, yo te protegeré de él. No te preocupes.
Ella quería confiar, lo notaba en su mirada, pero confíar en un vampiro no era algo fácil, a pesar de que no la había matado. Decidió rendirse, no sin antes contemplar de nuevo sus ojos, que la miraban sin descanso.
El sol comenzó a salir. Sam debía salir de allí si no quería tener problemas.
- Espérame...-le dijo a Selma, protector- No te muevas, estaré aquí de nuevo e cuanto anochezca. No regreses a tu casa, ellos te estarán esperando.
Selma asintió, obediente. Para su desagrado, empezaba a gustarle.
3 comentarios:
Grito de emoción!La palabra proteger y amar para mi van unidas como dos siameses. La cosa se pone cada vez mejor y el suspense me está matando!!!!!!
Besos gélidos!!
Que ojos más bonitos, violetas. Mi color favorito de hecho. Me da en la nariz que estos dos han compartido corazones. ¡Qué romántico!
Estoy impaciente por leer el siguiente.
Besitos!
Oh,le amour!
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