El hijo del diablo - Capítulo 4-

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Dan ya estaba preparado, se enfundó en unos pantalones negros y un jersey del mismo color. Se lavó los dientes y al terminar s sonrió a sí mismo a través del espejo. La oferta de la señorita Rumphelson era tentadora, tanto que había aceptado nada más ser propuesta. Encontró el maletín que su padre guardaba con recelo en unos de los armarios de su habitación. Dentro encontró los planos del banco central. Cogió todos sus bártulos y se encaminó con paso firme hacia las oficinas donde tenían la base. Allí, otras tres personas le esperaban impacientes. Entró sin llamar a la puerta, se quitó las gafas de sol y les dio la mano uno a uno.
- ¿Dan?-el primero le miró extrañado al ver al hijo de James saludarles con tanto énfasis.
- El mismo-saludó con un simple movimiento de cabeza a Jack.
Irina se le quedó mirando. era un joven con potencial, ya lo dijo su padre, pero no podían hacerlo con un niño al mando.
- Encantado, Irina- el chico se acercó despacio y se colocó frente a ella con aires de superioridad, a pesar de que no pasaba de los 15 años.
- No deberías estar aquí- respondió ella mirándole fijamente.- Nadie te ha dicho que sustituyas a tu padre.
- Precisamente sobre eso venía a hablaros- se aclaró la voz y comenzó a contarles todo lo ocurrido con una gran sonrisa en su cara. Cuando terminó añadió- Por eso, ahora seguís mis órdenes. Pero primero debeís informarme de lo que pensais hacer, antes de que cometamos errores.
A pesar de que tan solo era un muchacho inconsciente, todos estuvieron de acuerdo en ese momento, y por mucho que quisieran apartarle de la "misión" no podían. Era el protegido de la señora Rumphelson, y cualquiera que se interpusiese en el camino de esa mujer lo pagaría caro, eso todos lo tenían muy claro. Así que atendieron a lo que Dan les decía. Horas después, cuando el sol se puso, salieron discretamente del local, cada uno a¡hacía un lado diferente de la calle.


Miró el reloj ansioso y se dio cuenta de que ya solo faltaban unos minutos. Se metió el móvil en el bolsillo del abrigo negro que James guardaba al lado del maletín y que le quedaba como un guante, para que no se le callese. Abrió la caja fuerte y sacó una COLT 45 y una BROWNING 9 MM. Se decantó por la segunda. Se la metió en la parte de atrás del pantalón con una agilidad sorprendente y cerró dando un golpe, para asegurarse de que esta quedaba cerrada correctamente. Colocó la estantería delante para que nadie descubriese su escondite. Salió de la despensa y se dirigió a la puerta de la casa. Pero antes de abrirla volvió a la despensa. Cogió una T-Wave, un arma paralizante que posiblemente le hiciese falta. Sonrió de nuevo. Iba a ser divertido. Cogio el maletín tras dejar todo en su sitio, y esta vez sí que salió por la puerta. Bajó las escaleras, y cuando ya estaba abajo escuchó la voz de Alice desde el piso de arriba.
- Suerte, Dan. Te estaré esperando.
Eso le reconfortó. Había estado en la casa de al lado, en la que vivía su anciana tía-abuela para estar cerca de él.




James se incorporó, comprobando que, en efecto, nadie le había venido a sacar de aquel lugar tan inhóspito. Una mujer vigilaba las celdas de enfrente. Tenía los ojos fijos en él, con una mirada penetrante que le heló el corazón. Eran azules, tanto que incluso podía nadar en ellos. Se puso en pie, y como un sonámbulo pidió salir al baño. Ella hizo una seña a uno de sus compañeros para que se quedase vigilando también aquella parte y abrió la celda. Le cogió del brazó y le llevó al piso inferior. Le abrió la puerta y se quedó vigilando. Al rato salió y se mojó la cara. No pensaba fugarse, más que nada porque era demasiado torpe, y tan pronto como saliese de allí, ya le habrían encontrado.
Cuando le metió de nuevo en aquel antro, suspiró decepcionado. Llevaba ya cinco días encerrado tras unos barrotes, y nadie se había dignado a hacerle una visita si quiera. Hoy podría haber disfrutado como un niño, mientras la adrenalina le recorría el cuerpo. Pero no, tenía que estar en ese frío cubículo confinado durante 3 años. Se recostó sobre la dura cama, y cerró los ojos lo más fuerte que pudo, pero nada cambió cuando los volvió a entreabrir.




Recorrió la calle desierta hasta llegar a la entrada acristalada del enorme edificio que se extendía ante él. Entró despacio, tanteando cada paso que daba, contando los segundos que tardarían en aparecer los tres resantes. A su lado un hombre le dio un ligero empujón. Era la señal. Dejó caer el maletín y sacó el arma. Apuntó hacia una señora, esta gritó, para satisfacción de Dan. Irina, desde la otra punta sacó a a su vez su arma. Hizo un experimento muy gratificante:
- ¡Todo el mundo al suelo!- comprobó que todos los presentes se habían tirado al suelo asustados. Le recordó a una de esas pelis de ladrones.
Los cuatro se dirigieron hacia la mujer que atendía uno de los mostradores.
- ¡Levantate!-le gritó intentando parecer enfurecido.
La mujer acató sus órdenes, no sin antes gritar que por favor no le hiciesen daño. Se rió para sus adentros y apuntó a su nuca.
- Abre la caja fuerte- la mujer se quedó parada. Vió que se acercaba peligrosamente al botón de seguridad, así que se acercó más a ella y la apartó de allí. Irina, Jack y Selbor le seguían con la mirada, esperando que cometiese alguna estupidez. Pero no fue así.
- Dime tu nombre- le ordenó a la señora.
Respondió sin miramientos y rápido:
- Helena.
- Bien, Helena, ahora vas a conducirme hasta la caja fuerte.-comenzó despacio, sin perder la compostura- y llenarás unas bolsas que ella te entregará- dijo señalando con la mano libre a Irina- para llenarlas. ¿De acuerdo?
Asintió con ojos llorosos. Cuando llegaron al lugar indicado se oyeron gritos. Dan ni siquiera se inmutó, sino que siguió apuntando a Helena. Rozó la otra pistola con las yemas de los dedos, deseoso de poder utilizarla con alguien. Había terminado con las bolsas. La condujo por el mismo camino por el que habían llegado allí. Cuando salió de nuevo a la sala principal todo seguía en orden, y la satisfacción del resto del grupo se palpaba en el ambiente, al igual que el miedo que desprendían el resto de personas. Les indicó la pared y los cuatro condujeron al gentío a aquel lugar. Había unos treinta hombres y tres mujeres, sin contar a Helena, a la que tenía bien agarrada a su lado. Selbor sacó una cuerda con la que ató a los asustadizos señores, tapándoles las bocas. Las señoras gritaban asustadas. Jack se encargó de atarlas a ellas. Dan les guiñó un ojo, y sin más cortesía comenzaron a disparar.
Corrieron cada uno en una dirección diferente, a través de las oscuras calles. A lo lejos se oían las sirenas de la policía, que llegaban al lugar de los hecos. Ún poco tarde. Dan sonrió mientras corría hasta llegar a su piso, de donde un olor a carne le alentó de la apetitosa cena que le esperaba.

5 comentarios:

Ikana dijo...

Mosquis!Atracar un banco con quince años es toda una proeza.

Klaus dijo...

Y yo a los quince años jugando a la play cuando podría haber atracado un banco. Jaja xDD

Me gusta tu blog y tus historias. Me gusta como escribes y como te expresas.

Saludos

Alien de Andromeda dijo...

Que muchacho más frío

Trinity dijo...

Impresionante, ya hay que tener la cabeza fría para atracar un banco y volver a casa como si nada -.-

Ella dijo...

La verdad es que teneis razón^^ Es todo un reto...
Muchas gracias, Klaus, y bienvenido^^

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